miércoles, 9 de noviembre de 2016

Pongo



Llegó a casa un 3 de junio del 2012.
Supimos de él, porque una de mis hermanas vio un aviso en su Facultad donde se ponía la foto de él,  buscando hogar.
En las especificaciones decía que se trataba de un perro de raza Dálmata, adulto, sordo.
Lo comentamos en familia  (confieso que la consulta fue únicamente entre mi mamá y mis hermanas, mi papá se enteró hasta que lo vio llegar a casa jajaja) y decidimos adoptarlo.


Rumbo a su nuevo hogar.


Cuando llegué por él, el chico que lo estaba dando en adopción me platicó un poco su historia, me dijo que a Pongo (como le había puesto él el día que lo encontró) había sido visto vagando por las calles junto a otra perrita de la misma raza mayor que él. El chico y su novia decidieron llevarlos a casa, y fueron tirando comida en el camino para que ambos perros los siguieran; por las condiciones en que estaban, supusieron que ambos perros habían formado parte de un criadero de esa raza que se encontraba por el lugar, y que la perrita al ser muy vieja y el perro al ser sordo, habían decidido echarlos a la calle.
Pongo no estuvo mucho tiempo con esta persona, ya que contaba con más perros en su hogar y había conflicto entre el  Dálmata y otro macho, aunque la perrita sí se quedó con él. Lo dio en adopción a una chica que lo tuvo únicamente un mes, pero que después decidió regresarlo porque dijo, que el perro había matado a su gato, y mientras conseguían regresarlo, Pongo fue encerrado en una habitación, porque decían que era un perro muy agresivo.
En fin... a los pocos días contacté a este chico que lo rescató, platicamos, me dijo la historia de Pongo, lo hablé en casa con la familia y decidimos darle un hogar.
Desde el principio fue amor a primera vista, nos agradamos el uno al otro y lo llevé a casa.
Llegó a investigar todo, ese día llovía, lo recuerdo bien, y rápidamente encontró a Gen, una perrita de raza mediana que había sido adoptada hacía poco.
Se hicieron amigos, y todo marchó bien.
Poco después llego Jack, y ahí fue donde hubo problemas, ya que Jack al ser un perro tan joven y activo, muchas veces fastidió a Pongo y tuvieron peleas entre ellos, primero por la travesuras de Jack hacia Pongo y después por territorio.
Logramos que poco a poco ambos perros convivieran lo mejor posible; Jack entendió después de algunas heridas no graves, que Pongo era el rey de la casa y lo respetó.
Antes de que llegara Pongo, hubo otros perritos, que algunos no duraron mucho tiempo en casa porque mis padres los regalaban con algún familiar, y otro perrito que tuvimos muchos años murió de viejito. El caso es que nunca antes yo había tenido un compañero para mí, alguien de quien me hiciera cargo yo misma y no mi papá (que fue quien siempre los cuidó).
Pongo cambió mi vida.




Han pasado casi tres meses de que partió y lo extraño mucho.


Fue mi mejor amigo durante los cuatro años que estuvo en casa. Fue el perro más "perrón" que pude tener en mi vida.
Estuvo siempre a mi lado para jugar, me dejó abrazarlo cuando estuve triste, caminamos por el campo tantas veces, le echó pleito a los perros de la colonia dejándoles saber que él era el mejor, siempre siguió mis bromas cuando pretendía asustarlo, se ponía nervioso cuando lo besaba, y sé que aunque era sordo siempre me "escuchó", sé que él entendía cuando yo le hablaba, y eso era lo más especial, porque había una conexión entre nosotros.
Fue quien nos avisó cuando papá comenzó a empeorar con su enfermedad, me llevé también una mordida de recuerdo, siempre se dejó bañar y cuando íbamos en el coche, comenzaba a ladrarles a todos los vendedores que se acercaban, aterrorizando a los pasajeros de los demás autos jajaja
Echo de menos, sus ladridos potentes, la casa ahora es muy silenciosa sin él. Extraño ver sus ojitos atentos cuando yo llegaba a casa, siempre me esperó, era el mejor portado, era el más fuerte, el más guapo, y sí, también el más celoso y sobre protector.
No fue una mascota, fue parte de la familia, mi hijo, mi mejor amigo y esos cuatro años que nos regaló, fueron los más increíbles de toda mi vida.


Amé cada una de sus manchas, y me siento afortunada porque la vida haya cruzado nuestros caminos... aunque sea por poco tiempo.
Jamás volveré a tener un perro como él.
Jack, es todo lo contrario a Pongo, y me ha costado un poco retomar las cosas con él.
Son tan diferentes, sin  embargo, también lo amo.
Cuando me despierto y él me escucha bajar,  lo veo atento a las ventanas de la sala para verme pasar y corre a la puerta de la cocina, se sienta esperando a que salga a saludarlo.
También por las noches siempre espera atento a que llegue a casa.
Tiene una forma de mirarme tan especial, tan bonita, con esos ojitos negros pequeñitos,  llenos de amor cavernícola incondicional jaja
No es lo mismo sin Pongo, pero Jack, es mi pequeño hijo, y aunque a él si lo hemos tenido desde pequeño, disfruto cada día a su lado, por que sé que el tiempo pasa tan rápido, y me asusta pensar que algún día él también tenga que irse.

Nos queda una vida por disfrutar juntos.
Y deseo con todo mi corazón que duré más, mucho más.




Mi orejón loco